En alguna entrevista realizada al Dr. Mario Alonso Puig, Médico Español, Fellow en Cirugía por la Universidad de Harvard y Speaker Internacional de Liderazgo, menciona a Gandhi y nos explica con su ejemplo que: en todo ser humano hay grandeza.

Una historia sorprendente:

Gandhi padecía una enorme timidez, una timidez profundamente limitante, sin embargo, él se formó como Abogado en Inglaterra y ejerció en Bombay, pero nunca ganó ningún pleito. Un Abogado debe tener una buena retórica, una buena capacidad de comunicación, no la tenía.  

Un familiar tuvo un problema legal en Sudáfrica, por lo que su familia consideró, que si el joven Mohandas Gandhi (su nombre es Mohandas, Mahatma quiere decir “Alma Grande”) fuera allí, a lo mejor en el camino se espabilaba, como cuando se manda a un hijo o a un sobrino al extranjero, a ver si con el aire se espabila.

Entonces, ¿qué pasa?

Que algo le sacudió profundamente: la injusticia que vio, y este es un punto clave, porque cuando el corazón de un ser humano es tocado con tal nivel de impacto, el cerebro empieza operar de una forma radicalmente distinta. Gandhi fue un hombre que ya ni siquiera movilizaba a la gente por su capacidad de comunicación, su simple presencia ya movilizaba.

¿Qué nos quiere decir esto?

Que no cabe duda que el elemento genético cuenta, ¿cómo no va a contar? No es el definitivo, marca una tendencia, pero no determina, influye, pero no determina. ¿Qué ocurre? Que para que uno dé la vuelta a esa tendencia, tiene que tener una motivación lo suficientemente potente para que el cerebro empiece a trabajar de una manera radicalmente distinta.

Por eso nunca hay que dar a nadie por perdido, un ser humano siempre nos va a sorprender.